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¿Porqué los jóvenes cubanos ignoran la historia más reciente de su país?
03/04/2008 | Roger Rubio Lima


Roger Rubio Lima.

Roger Rubio Lima.

Conocer la historia del país en que uno vive es condición necesaria para vivir de forma positiva conociendo la cultura nacional, las tendencias y los errores cometidos por las generaciones que nos han precedido. Estos conocimientos son indispensables para el desarrollo de una identidad y un orgullo nacional sano, que se no degenere en un nacionalismo hipertrofiado que tanto daño ha hecho a otras naciones del mundo.

 

La historia de Cuba es desconocida por parte de los cubanos más jóvenes. Esta ignorancia histórica es una de las causas del desarraigo cultural que padece esa parte mayoritaria de los cubanos que han nacido después de enero de 1959. La juventud cubana conoce al dedillo todas las leyes migratorias de los países a los que desean partir. Saben muchas veces más sobre los países hacia donde escaparan que de este alargado, verde y estrecho caimán que tal vez no lleguen a conocer nunca. Con una copia de la nueva ley que entrará en vigor para que los nietos de españoles puedan optar por la ciudadanía de la madre patria, encontré a un amigo ilusionado con la idea de hacerse ciudadano español. Extasiado en la lectura de la ley y sacando mentalmente la cuenta de lo que costarían los trámites reencontraba cuando llegó al banco donde nos hallábamos otros nietos de españoles para leer también aquel documento esperanzador. Inscripciones de nacimiento, pasaportes de los abuelos, algunas fotocopias, son parte de lo que hay que llevar al consulado para iniciar los trámites. Dicen que España hace esto porque se están quedando sin gente para trabajar y hay regiones y pueblos rurales prácticamente despoblados. Lo único que saben los jóvenes cubanos sobre su país es que la vida aquí se hace insoportable, que no tienen esperanzas, y que marcharse es la única alternativa para vivir como las personas.

 

No creo que el mero conocimiento de la historia, pueda disuadirlos de irse de Cuba. Lo más penoso no es el propósito de marcharse, que es legítimo derecho y una opción muchas veces beneficiosa y es la salvación económica para muchas familias. Lo verdaderamente triste es que el rechazo que debería ser a un sistema que llevó a Cuba a esta catástrofe se convierta en desprecio a todo lo nacional, tanto que muchas veces se escucha decir que este país no sirve para nada. Esto casi siempre se dice de una forma más grosera, impulsados por tantos sentimientos de frustración e impotencia. Esta actitud hacia la patria común es lo que tiene solución enseñando lo que fue Cuba a como llegó a ser un verdadero infierno.

 

Paradójicamente la parte de la historia que menos conocen los jóvenes cubanos es la historia de la destrucción de  Cuba por parte de este gobierno con la colaboración de todos. Porque todos tenemos responsabilidad en este desastre, unos más que otros, pero todos debemos remediarlo. ¿Por qué los jóvenes cubanos ignoran esta última parte de la historia que podría haber sido contada por sus padres y abuelos? Son muchas las causas, pero vamos a ver una de las más importantes.

 

Desde los primeros años de la revolución hubo una pérdida de la importancia que tiene la verdad en la vida práctica. Apareció otra verdad, la verdad oficial que debía ser creída y predicada como dogma de fe, cualquier otra versión de la realidad nacional, aunque coincidiera con la realidad cubana, era obra de enemigos aliados del imperialismo. A causa de difundir la verdad de forma oral o escrita, se podían padecer muchos años de cárcel por propaganda enemiga, una aberración jurídica que anula absolutamente la libertad de expresión. Eso explica que muchos padres y abuelos de los que somos ahora jóvenes no les decían a sus hijos y nietos lo que pensaban de la realidad. Le dejaron a la escuela dogmática el camino limpio para que los enseñaran a odiar, a gritar consignas y una adoración religiosa al líder de esta catástrofe nacional. Ahora es una generación incrédula que no cree en la verdad oficial, pero que aprendió muy bien el miedo y sabe que todavía existe la ley de propaganda enemiga y si ya no son tan rigurosos como antes, todavía por decir la verdad, un cubano puede ser expulsado de la universidad y convertirse en un judío a la cubana, es decir, basura social, un ciudadano de segunda con un pie en su casa y otro en la cárcel.

 

Otra de las causas de la ignorancia de nuestros jóvenes sobre los años de la conversión de Cuba en un estado totalitario es el monopolio informativo y el bloqueo de las emisoras radiales y televisivas extranjeras. Esto, junto al monopolio de la educación para indoctrinar a todo el pueblo, fue destruyendo poco a poco la capacidad de desarrollar pensamiento crítico, entumiendo la capacidad de pensar. Los cubanos comenzaron a cumplir órdenes y ya nadie pudo enseñar a los jóvenes a pensar en su realidad con independencia y con cabeza propia.

 

Los religiosos y sacerdotes que se dedicaban a la docencia, fueron expulsados del país y muchos de ellos padecieron cárcel. La iglesia tuvo que abstenerse de emitir criterios incómodos a los gobernantes cubanos para que su actividad semi-evangelizadora pudiera seguir llevándose a cabo. Todo ser humano necesita elaborarse un mapa mental de su realidad y de su historia que le ayude a ubicarse en el mundo para saber cuales deben ser sus acciones y actitudes, en otras palabras, hacia donde moverse.

 

No hace bien el que lamenta la apatía de nuestros jóvenes y no se esfuerza en comprender sus causas. Sin un mapa y una brújula, no se puede saber donde se está y hacia donde debemos ir. La responsabilidad de esa parte de los cubanos que han vivido más y estudiado más es ubicar a nuestros jóvenes, darle ese mapa y esa brújula para que sepan quienes son y quienes están llamados a ser.

 

Es hora de que los jóvenes cubanos se preparen para ser ciudadanos para el siglo XXI. Ese gran salto lo debe dar toda la sociedad cubana. Dejar de ser parte de un periodo oscuro de la historia donde todos vigilaban a todos y donde no se podía confiar ni en la familia. Ese periodo pasó hace años. Es hora de vivir en el mundo que respeta los derechos humanos, donde la prosperidad es accesible mediante el trabajo, donde todos desean vivir y no de donde todos desean marcharse.

 

La llegada de este mundo es posible. Por eso es hora de contar a nuestros jóvenes ¿Qué fue la UMAP? ¿Qué es el presidio político? ¿Cuántos de nuestros padres no estudiaron en la universidad por ser católicos? ¿Por qué el tío que se fue y manda dólares fue a prisión injustamente? ¿Por qué delante del abuelo no se puede hablar nada? Es informante de la Seguridad del Estado y ya todos lo saben. ¿Por qué se hizo informante? Por qué después de varios interrogatorios no tuvo la fuerza necesaria y delató a sus compañeros de conspiración. Desde entonces tiene el alma destrozada y ha hecho mucho daño. ¿Por qué no le hablan al vecino de la esquina? Por qué fue de los que gritó paredón cuando llevaron al tío preso. ¿Por qué no le cuentan que el tío estuvo en Isla de Pinos metido hasta el cuello en una zanja de porquería y los guardias lo obligaban a sumergirse y sacar piedras del fondo? Si salían sin nada recibían un fuerte culatazo en la cabeza. Y cuando Playa Girón, dinamitaron la cárcel para volarlos en pedazos en caso de que la invasión prosperara.

 

Cuba necesita un gran diálogo, pero debe empezar en cada familia. Para que los más jóvenes conozcan su historia familiar. Para que comprendan que no pueden repetir los errores de sus padres y abuelos. Que deben imitarlos en sus aciertos para que la Cuba de mañana sea mejor y no peor que la de hoy.

 

 

 

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