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Voces discrepantes han existido en Cuba desde el principio de la Revolución. El deseo por un sistema verdaderamente democrático que triunfara sobre el totalitarismo comunista de Fidel Castro se ha hecho manifiesto en innumerable intentos por el pueblo cubano a través de la historia por recuperar su libertad. Sin embargo, desde la década de los 80s, este deseo se ha ido expresando a través de una lucha cívica, no violenta y de una infatigable defensa de los derechos del ser humano que ha sido impulsado por un movimiento cada vez más organizado, creado por los mismos ciudadanos cubanos dentro de la Isla. Esta oposición consiste de diferentes tendencias políticas y sociales dentro del país, pero todas piden lo mismo – que el sistema castrista respete su derecho a existir. Los miembros de este movimiento anhelan expresarse libremente y ejercer sus derechos, que han sido enumerados dentro de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmada por Cuba en 1948. En años recientes, la oposición ha madurado considerablemente. Ya no es constituida solamente por intelectuales o grupos de derechos humanos en la capital, sino que consiste de una gran variedad de grupos independientes por todo lo largo y ancho del país, desde cooperativas de campesinos, asociaciones de médicos, maestros, y abogados, hasta a periodistas independientes y partidos no reconocidos por el sistema comunista. Estos opositores realizan huelgas de hambre, protestas públicas, cartas a las autoridades, plantones delante de edificios gubernamentales, distribución de folletines, cursos de derechos humanos y muchas otras actividades encaminadas a crear una sociedad civil independiente – o sea, una sociedad de cubanos que viven libres dentro del país y de esa manera abren el camino para la democracia. Es claro que la oposición representa un reto formidable al gobierno cubano. La ola represiva de marzo de este año muestra como el régimen ha tenido que perjudicar su imagen ante el mundo por miedo a un fenómeno cada vez mayor dentro de la Isla. Y la oposición sigue adelante. El impulso de muchos años de trabajo y sacrificio ha llegado a tal punto que ni el gobierno de Castro puede pararlo. Al contrario, el mundo se le hace cada vez más pequeño al dictador. Sólo nos queda a los cubanos y los ciudadanos de buena voluntad fuera del país de facilitar lo inevitable para que se haga realidad una Cuba libre y democrática lo más pronto posible.
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